19 de November de 2009
Morelia es la capital del estado de Michoacán. Está a 2000 metros de altura y tiene una arquitectura super colonial que le da un aire de tranquilidad, a pesar del tÃpico caos de tránsito mexicano. Hay un montón de iglesias y casas bajas, debido a una ley para que ninguna edificación pudiera superar la cúpula de la Catedral. Es una ciudad universitaria y llena de cultura. El otro dÃa tocaron los Enanitos Verdes.
Hace mucho tiempo se llamaba Valladolid y fue lugar de las reuniones secretas que iniciaron la independencia mexicana. Uno de sus mayores artÃfices fue José MarÃa Morelos, oriundo de la zona y homenajeado con el cambio de nombre.
La razón por la que saltamos de Yucatán a Morelia es porque el uno y dos de noviembre se celebra en todo México, aunque con mayor énfasis en este estado, el DÃa de Muertos. La fecha, conocida en el exterior como DÃa de Todos los Santos o como el importado e impuesto Halloween, sirve para recordar a los familiares difuntos.
Herencia de una tradición prehispánica, los mexicanos van a los cementerios y decoran las tumbas con flores, velas, inciensos y objetos que pertenecÃan al muerto. Le ofrecen su comida y bebida preferida, y pasan en familia toda la noche junto al altar, ya que se cree que el agasajado vuelve del otro mundo para visitarlos, atraÃdo por los recuerdos que le dejan.
En la calle, se decoran las plazas como si fuese todo un gran panteón lleno de colores, tumbas y esqueletos vestidos con trajes tÃpicos, y se montan ferias con juegos y puestos de comidas. Para la especial ocasión, se vende el famoso pan de muerto, o los dulces con formas de calaveras.
El lugar donde más se celebra el DÃa de muertos es en los alrededores del lago de Pátzcuaro, que cuenta con un servicio de ferrys exclusivos durante la noche, para transportar a la gente que se mueve hasta la isla de Janitzio. Nosotros fuimos a la localidad de Tzintzuntzan, situada en un margen del lago, donde no es tan famosa la celebración, aunque igual de colorida.
Como todo evento extra ordinario, ya está invadido de turistas nacionales y extranjeros, que nos acercamos con las camaritas colgando del cuello, para invadir disparando flashes y distorsionando una celebración Ãntima. De todas formas, muchas familias pueden abstraerse de lo que sucede a su alrededor y continúan con su ritual personal, que poco se ha alterado con el transcurso de los siglos.